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Un año y medio después de nuestro encuentro y viaje por Sudamérica, Cocaí y yo volvemos a cruzar el charco, esta vez al subcontinente norteamericano. Tras una estancia universitaria en el norte de México, comenzamos una aventura en autostop que nos llevará a atravesar el pintoresco interior y la costa pacífica mexicana, las coloridas y esculpidas tierras de Arizona y Utah, los desiertos y montañas de California, los bosques lluviosos de Oregón y Washington… y la salvaje Canadá en su totalidad. De sur a norte y de oeste a este. Por el camino, experiencias memorables y de lo más variopintas: baños en aguas bioluminiscentes y habitadas por cocodrilos, un “ride” con unos narcotraficantes de Sinaloa, el crudo invierno en las profundidades del “Wild West” americano, tres meses viviendo en un faro en la Isla de Vancouver, trabajos en la construcción y de conserje en un hotel en el Yukón, no ver ponerse el sol durante días tras pasar el círculo polar ártico y, por supuesto, rutas y acampadas por los remotos y llenos de vida bosques de Canadá. Siempre junto a mi perra. Pero si algo me llevo por encima de todas las cosas, es la bondad de las personas encontradas. Traducida en las decenas de coches y camiones que nos recogieron en carreteras y gasolineras, estancias en casas ajenas, comidas, ropas y paseos compartidos, y, en general, la ayuda que nos ofrecieron tanto a Cocaí como a mí estando en ruta. Especialmente cuando más la necesitábamos.

Este viaje entre julio de 2016 y diciembre de 2017 es un grito al disfrute y a la libertad. Un viaje de año y medio por tierra con mi perra, recorriendo miles de kilómetros, acampando en sitios soñados, compartiendo vivencias con gente noble, conociendo, una vez más cuando se sale al mundo, la grandeza del ser humano. Y esa es sin duda la mayor sorpresa y aprendizaje que te regala viajar. EL VIAJE SON LAS PERSONAS.

DIARIO DE VIAJES POR NORTEAMÉRICA (PAPEL, FOTOS BLANCO Y NEGRO)

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